She will be loved...
15.1.13
31.12.12
30.12.12
Quédate
El calor intenso de la noche los envolvía con tal
furor que la sensación se asemejaba al mismo infierno. Estaba sentada frente al
pequeño tocador de algarrobo, mirándose al espejo, concentrada, con la vista
pegada a él cómo si su vida dependiera de aquello. Unas manos masculinas se
posaron en sus pequeños hombros y un beso juguetón fue a depositarse justo en
su cuello. Por un momento lo miró asustada, sin embargo esbozó una sonrisita que demostraba
que aprobaba aquel acto. Volvió hacia el mismo mirándolo vacíamente, para luego
terminar llevando su mirada al suelo; suspiró con un aire de angustia y dijo:
—No quiero ir.
Él rió por lo bajo ante el
comentario, se puso a su altura y delicadamente corrió unos mechones de su
cabello para ver ese hermoso rostro en todo su esplendor.
—¿Por qué? —preguntó sonriente—. Va
a ser divertido, todos van a estar allí, es la fiesta de despedida, además es
nuestra última noche juntos, quiero aprovecharla lo más que pueda.
—No tiene que ser la última —dijo
tomando de sus manos y acariciándolas. En sus ojos un destello esperanzador.—, puedes quedarte aquí, conmigo.
Una sonrisa se proyectó
en sus labios, su sinceridad nunca dejaba de sorprenderlo. La iba a extrañar tanto, y eso lo mataba. Él, minuto a minuto luchaba con ella y con las ganas
desesperantes de saber que la tenía que dejar, para que temprano en la mañana —sin poder de elección—, irse
en un barco junto con un montón de hombres a combatir por su país. Se mostraba
sereno y sonriente pero solo era una pantalla que el ponía para protegerla. Dentro
suyo se sentía fallecer. No sabía como iba a subsistir tanto tiempo sin todas
esas cosas a las que tras 2 años de convivencia se había acostumbrado, despertar con su cara en la mañana, oír sus gritos sin
sentido, sus carcajadas que lo asustaban sin embargo eran tan contagiosas que
podían lograr que llorara de la risa sin ningún motivo en particular. Al pensar
la idea de saber si siquiera la volvería a ver, un frío recorrió su espina.
Trató de juntar la fuerza, de donde ya no quedaba, para poder regresarle la
mirada. La imagen superaba todos los límites de ternura, su pelo castaño oscuro
estaba ligeramente despeinado, las lágrimas inundaban sus ojos de tal manera
que no se podía apreciar el bello color avellana de aquellos y sus mejillas
estaban teñidas sutilmente de un color carmesí. Sin pensar más, la tomó en
brazos, dirigiéndola a la cama, la apoyó delicadamente como si se fuera a
romper y se recostó justo a su lado, seguido de depositar un corto beso en sus
labios. Ella lo miró confundida ante la acción y con la mirada exigía una
respuesta. El rió melodiosamente y acarició su rostro.
—¿Acaso
no querías que me quede aquí contigo? —Preguntó,
saboreando esos pequeños labios nuevamente, como si toda su vida hubiera
esperado por ello.
Fin.
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